Opinión | Para empezar

Apártense ibicencos, que molestan

¿Es usted ibicenco? ¿Ibicenca? (Entiéndase como concepto amplio, no necesariamente con ocho apellidos y pedigrí fenicio). Pues apártese que molesta. Es así. Los ibicencos molestamos. No todos, obviamente, pero sí aquellos a los que nos gusta el sonido de las ces trencades, lloramos al ver en qué se ha convertido la playa de nuestra infancia, blasfemamos al ver un Hummer atravesando el campo, se nos derrite el paladar con un sencillo guisat d’ous, nos quedamos embobados escuchando historias de una isla que imaginamos en blanco y negro, sonreímos al descubrir un dragó cruzando el techo, contenemos las ganas de acariciar la piel de la sargantana que nos roba miguitas del almuerzo, soñamos con vivir en una casita de anchas paredes encaladas y vigas de sabina y el corazón nos late al ritmo de sa curta, sa llarga o ses nou rodades.

Si es usted uno de estos ibicencos (no de los que han vendido la isla), molesta. Estorba a todos aquellos que miran esta isla y sólo ven billetes de 500 euros, un trozo de tierra precioso que exprimir y que abandonar cuando, después de destrozarla, no puedan sacar de ella ni un céntimo más. Ellos se irán y aquí, con suerte, si hemos conseguido resistir a los precios disparados, la vivienda imposible, las carreteras suicidas, pero sobre todo a la pena y al asco que nos generan todas esas «auténtica Ibiza» que pregonan quienes desconocen por completo cómo respira y cómo siente y cómo es esta isla, quedaremos algunos.

Nos han expulsado de las mejores playas y nos consolamos repitiendo que nos gustan los rincones de roca, hemos vendido la tierra al mejor postor, el cemento se nos ha comido la costa, las tradiciones son un reclamo turístico en días de fiesta, aplastan nuestra lengua, expulsan a sociedades históricas de sus sedes y tratan de silenciarnos cuando nos quejamos. Cuando protestamos por la Ibiza que cubre ahora nuestra Eivissa. Cuando denunciamos que esas Ibiza de diseño no son esta isla. Esos ibicencos molestamos. Les recordamos la atrocidad que están cometiendo. La auténtica Eivissa tiene piel de esparto, alma de playa virgen y corazón con latido de tambor y castanyoles.

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